
En un biosistema tan economizador, la idea del intérprete es un gran producto si se asocia a la propia voluntad. El intérprete recibe mucha información de la actividad del cerebro y del exterior y se encarga de darle un porqué coherente con nuestro terreno psicológico.
Por ejemplo yo mismo, en el terreno de las autopercepciónes, mis malas notas las justificaba por tener mala memoria, asumí que era un pésimo estudiante y la percepción de mi poca capacidad de rememorización se activaba habitualmente cuando iba a recordar algo, desfocalizando emocionalmente la atención necesaria para recordar lo intencionado. Sin embargo en este nuevo enfoque, mi autoconciencia, cada vez más, evita que el camino radical de la rememorización sea esta percepción, motivado por la inteligencia introspectiva que se adquiere con el conocimiento del intérprete. Aprendí que en ciertos estados mentales la memoria funciona mejor, y que depende en gran medida del interés sobre la materia que se estudia. No les queda otra alternativa a los estudiantes, que adaptarse a un sistema educativo desfasado que exige la pura asociación de memorias, en lugar del pensar y crear, que es lo que realmente se necesita hoy en día.
Conceptualmente, todos somos en realidad 3 personas, la que creemos que somos, la que creen los demás y la que realmente somos, que es más que la suma de sus partes. El intérprete se adapta a las experiencias endógenas y exógenas en una red de información que el mismo ha ido construyendo en gran parte y a lo largo de la vida a partir de la actividad cerebral, formando distintos terrenos psicológicos y en definitiva, nuestro comportamiento y nuestra personalidad.
La interacción mente-cerebro es continua, incluso durmiendo. Aveces ocurre, que tras dormirnos con un pensamiento positivo y buena actitud, nos levantamos con malos ánimos sin tener idea del porqué, durante el sueño hubo un cambio en la actividad bioquímica, y este cambio puede afectar a nuestra visión del mundo (al intérprete). Por ejemplo, si una persona tiene genes que le predisponen al pensamiento depresivo por culpa de una mayor producción de ciertos neurotransmisores que el promedio, y no intenta corregir esta poco productiva forma de ver el mundo, el intérprete irá construyendo nuevas percepciones o fortaleciendo el terreno psicológico que caracteriza su depresión, garantizando así mayor depresión al intérprete.
El intérprete caracteriza lo que somos por dentro, y esa autoconciencia se puede aprovechar para sacar el máximo potencial psicológico de cada individuo, cuestión de voluntad y conocimiento.
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