Por Alberto Garzón en revolutioninspain.blogspot.com
De entre todos
los conceptos que ahora pululan en todos los debates políticos, y que
antes estaban prácticamente reservados para los debates técnicos entre
economistas, hay uno de especial interés que conviene ayudar a
clarificar: el del mercado de deuda pública.
El mercado de deuda pública es el mercado donde se encuentran por una
parte los países que necesitan financiación y, por otra, los inversores
que están dispuestos a proporcionarles esa financiación. Ya sabemos que
cuando un Estado tiene déficit (menores ingresos que gastos) necesita
pedir prestado, y una de las formas para hacerlo es emitiendo títulos de
deuda pública. Esos títulos que emite son comprados por inversores que
lo que están haciendo en realidad es prestar al Estado ese dinero a
cambio de que en un plazo de tiempo determinado el Estado les devuelva
ese dinero junto con un porcentaje de intereses. Al porcentaje de
intereses se le llama rentabilidad.
Como todos los Estados tienen necesidad de endeudarse el mercado de
deuda pública está siempre muy activo, especialmente en tiempos de
crisis. Hay mucha oferta (títulos de deuda pública de diferentes países)
y mucha demanda (inversores que buscan rentabilidad segura, puesto que
se supone que los títulos de deuda pública son los más seguros; si no
paga el Estado es que la cosa está verdaderamente mal). Y en este
mercado los participantes son fundamentalmente los grandes inversores
financieros (banca y fondos de inversión gestionados por ellos), y no
tanto los particulares (que en cualquier caso pueden participar).
Si nosotros somos el gestor de un fondo de inversión de un banco, es
decir, una persona que tiene a su cargo una gran cantidad de dinero que
quiere revalorizar, esto es, convertir en más dinero, tendremos que
valorar si nos conviene invertir en el mercado de deuda pública. Y si
decidimos que sí debemos también decidir qué títulos concretos de deuda
pública comprar. Por eso vamos al mercado de deuda pública y vemos qué
ofrecen los diferentes países.
El sistema de venta de títulos es por subastas, aunque hay varios tipos
de subastas así como también hay varios tipos de títulos y vencimientos
(plazos de devolución), así que cada país ofrece un precio por sus
títulos de deuda. Los inversores buscan siempre los títulos más baratos
porque son los que ofrecen más rentabilidad. Se sigue el siguiente
razonamiento: menor precio refleja más inseguridad y mayor rentabilidad.
Si el precio es bajo significa que hay pocos compradores y eso
significa que la gente no se fía suficiente de que se les devuelva el
dinero, por lo que esos compradores exigen una rentabilidad más alta. Si
un país, por ejemplo España, ofrece títulos y en la subasta van pocos
compradores entonces tendrá que bajar el precio de sus títulos y, por
ende, subirá la rentabilidad de los mismos, es decir, pagará más en
concepto de intereses por cada título que venda a los inversores.
En realidad cada país está haciendo sus subastas y llamando de esa forma
a los inversores. Y los resultados de esas subastas son diferentes
según los países, diferencias de las cuales nacen conceptos como el de
"prima de riesgo" (que cuantifica la diferencia de rentabilidad ofrecida
por los países respecto de Alemania, que es el país con una economía
más sólida). Se supone entonces que los precios de los títulos reflejan
los fundamentos de la economía o, más concretamente, la capacidad que
cada país tiene para devolver el dinero. Pero en realidad no sólo
depende de eso.
De hecho los procesos especulativos -que dependen del poder del
especulador y de las normas jurídicas- pueden afectar a esas subastas,
de modo que al final de cada subasta los que prestan (bancos) obtienen
mucho más dinero y el Estado en cuestión tiene que pagar más. Además, la
siguiente vez que el Estado tenga que pedir prestado también le costará
más caro. Y ese encarecimiento se convertirá en un esfuerzo que se le
pedirá a la economía real, es decir, a los trabajadores de la economía
de ese Estado.